Los hábitos erróneos deben ser vencidos. Deben formarse hábitos correctos. Bajo la disciplina del más grande Maestro que el mundo ha conocido, los cristianos deben avanzar y ascender hacia la perfección. Este es el mandato de Dios, y nadie debería decir: No puedo hacerlo. Debería decir, en cambio: Dios requiere de mí que sea perfecto, y El me dará la fortaleza para superar todo lo que se interpone en el camino de la perfección. El es la fuente de toda sabiduría, de todo poder. . .
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